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Innovación educativa, más allá de la tecnología

¿Qué es para ti la innovación educativa? Es habitual escuchar la palabra innovación e inmediatamente asociarla con tecnología, Era Digital, siglo XXI, futuro, entre otros. Y, extrañamente en aquellos que no se reconocen a sí mismos como personas innovadoras o participantes directos en la innovación, ocurre un fenómeno bastante particular que implica generar distancia con el concepto, porque es ajeno a mí, pero admiro a otros que considero como innovadores.


Sin embargo, es importante desmitificar por un lado, que innovar solo involucra crear grandes emprendimientos o usar plataformas digitales como un medio para lograr un objetivo. Por otro, que este concepto pertenece única y exclusivamente de marketing y emprendimiento. En educación, nuestra área de interés, la innovación puede ocurrir en lo cotidiano y en el día a día.


Por lo tanto, la primera declaración es que innovar en educación no significa desprenderse de ciertas “metodologías” de enseñanza, poner de pies a cabeza la clase completa u olvidarse por completo del currículum educativo. Más bien supone un cambio de hábitos, es decir, dejar de reproducir prácticas automatizadas para re-mirarlas en función de las necesidades de aprendizaje de los niños y niñas. Esto puede lograrse de manera progresiva y consciente de lo histórico, pero para lograr posicionarme como un “educador innovador”, necesito querer hacer las cosas diferentes y tener la disponibilidad afectiva para hacerlo.


La segunda, es que innovar no significa utilizar medios o plataformas tecnológicas. Por ejemplo, ¿Cuál es la diferencia entre dictar palabras y usar Powtoon para realizar la misma función?, ¿Entre solicitarle a los estudiantes transcribir ejercicios matemáticos de la pizarra que hacerlo de una presentación en Canva?, ¿Qué cambia entre encontrar sustantivos aislados en una guía de encontrarlos en una ruleta de Wordwall? ¿O usar Kahoot si mantengo el mismo tipo de preguntas? En estos ejemplos, que invitan a reflexionar sobre lo que estamos haciendo en el aula, lo que cambia es el medio no la forma, por lo que la tecnología no es más que un canal para reproducir los mismos hábitos.


En este artículo no esperamos entregar una receta de qué hacer y qué no para convertirnos en educadores innovadores, pues cada contexto educativo es distinto y así mismo los estudiantes tienen sus propias particularidades. Más bien, nuestro propósito es declarar algunas ideas centrales que podemos considerar al momento de innovar en los espacios educativos.


● Escucha como eje central

A diario tenemos cientos de conversaciones con los estudiantes, nuestras clases se construyen de conversaciones. No obstante, para innovar nos urge generar espacios en los que nuestro rol sea de plena apertura a la escucha y el de los estudiantes, de completa expresión. Esto nos permitirá conocer a los estudiantes más allá del contexto educativo, de lo que les resulta atractivo, de sus necesidades y de los espacios informales en los que aprenden e interactúan. Para ejemplificar, no es suficiente con saber que existe una aplicación llamada Tiktok de uso habitual por los jóvenes. Es esencial profundizar con ellos en ¿Qué sucede en Tiktok?, ¿por qué esta plataforma resulta tan atractiva para los chicos?, ¿Cuáles son los videos de mayor interés?, ¿Qué oportunidades de enseñanza y aprendizaje me entrega esta aplicación?


Y así es posible ampliar la escucha que nos permita visualizar un panorama más amplio y profundo sobre sus intereses, necesidades e interacciones. ¿De qué prefieres conversar con tus compañeros y amigos?, ¿Qué haces en el recreo?, ¿en qué lugar aprendiste eso?, ¿Qué decides ver en una plataforma de streaming?, ¿Qué te resulta aburrido?, ¿Qué te resulta interesante?, ¿De qué manera te sientes cómodo aprendiendo?, ¿De qué preguntas no has encontrado respuesta?


● Experiencias cotidianas

¿Alguna vez te has cuestionado qué y cómo necesitan aprender los estudiantes?


Observemos el siguiente meme.


En las salas de clases, textos escolares y guías de aprendizaje abundan estas situaciones hipotéticas poco reales que muchas veces se tropiezan con lo absurdo y que su objetivo no es nada más que mecanizar una acción. Incluso, es posible cuestionar por qué siempre somos los adultos quienes generamos preguntas cuando podríamos intencionar que los y las estudiantes formulen sus propias preguntas.


En Lenguaje, ¿Cómo enseñamos la noticia? Resulta interesante analizar una práctica pedagógica muy arraigada que consiste en finalizar la unidad con la producción textual de una noticia. No obstante, esta noticia debe ser “inventada”... “Inventa una noticia”. Esta instrucción es contradictoria con el propósito comunicativo del género discursivo. ¿Cuál es el hecho que ocurrió en la realidad?, ¿Cuál es el público al que está dirigido?, ¿Cuál es la situación comunicativa?, ¿alguien lo va a leer?, ¿le importa a alguien leerlo?


Pensemos en los abecedarios tradicionales de las aulas letradas, ¿Cuántos iglús tienen tus niños en sus hogares?, ¿Qué tan habitual es encontrar un iglú en tu contexto educativo?




Entonces, la invitación es a cuestionar y generar experiencias de aprendizaje desafiantes, interesantes, pero por sobre todo, contextualizadas… situaciones y experiencias que apasionen a los estudiantes.


● Disposición afectiva

El componente afectivo de cada educador es el motor para iniciar y hacer posible este proceso. Sin la existencia de motivación para querer hacer las cosas distinto, resulta muy difícil modificar nuestros hábitos. La curiosidad por aprender y re-aprender es la que nos permite atrevernos a innovar, así como también la apertura para comprender que la educación es dinámica y flexible. Conversa con otros educadores, observa la clase de un colega, explora nuevos medios tecnológicos, busca cursos gratuitos, investiga qué están leyendo los estudiantes, sigue una cuenta sobre educación en una red social, reestructura tus preguntas, modifica una parte de tu clase … o lo que esté dentro de tus posibilidades para ampliar tu horizonte pedagógico.


En síntesis, la innovación en los espacios educativos implica renunciar a la idea de que innovar está asociada a un área en particular en la que el uso de la tecnología es un requisito para lograrlo. Por esto, la invitación de ningún modo es a saberse de memoria todas las plataformas digitales, conocer por completo las nuevas metodologías o pensar que solo realizando grandes proyectos seré un educador innovador. Sino, involucrarse con los estudiantes a través de la escucha sobre lo que necesitan aprender y cómo les genera curiosidad aprenderlo.


A dos años del inicio de la pandemia resulta interesante pensar que no todo lo realizado nos permite innovar en el aula. Así mismo, todo esfuerzo resulta en vano si no transformamos nuestras prácticas o si ignoramos este tiempo de reaprendizaje y regresamos a nuestros antiguos hábitos. Para iniciar este camino, no es necesario transformar todo lo que hacemos, pues puede resultar agobiante. Más bien, supone reconocer lo que no sé y querer hacerlo. Y tú, ¿estás disponible para cambiar una de tus prácticas por muy mínimo que te parezca para lograr la diferencia?



Cynthia Fuentes y Tania Wiedmaier

Dirección de Innovación

Colegio Altamira


Redes:

Cynthia Fuentes


Tania Wiedmaier

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